Estudio de Mateo 3

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Capítulo 3
3.1, 2 Habían pasado casi treinta años desde el hecho narrado en el capítulo 2. Ahora Juan el Bautista aparece en la escena. Su tema era: “Arrepentíos de vuestros pecados y volveos a Dios”. Quería decir que debemos hacer un giro de 180 grados, del yo centralizado que conduce a acciones erróneas como las de mentir, chismear, robar, calumniar, vengarse, abusar y cometer actos sexuales inmorales, hasta situarnos en la senda que Dios describe en su Palabra. El primer paso para volvernos hacia Dios es confesar nuestros pecados, como Juan nos urge a que hagamos. Luego Dios nos recibirá y nos ayudará a vivir la vida que quiere que vivamos. Recuerde que solo Dios puede librarnos del pecado. Él no espera que nos limpiemos nuestras vidas antes de acudir a Él.
3.2 El reino de los cielos empieza cuando Dios entra en la historia humana como hombre. Hoy Jesús reina en el corazón de los creyentes, pero el reino de los cielos no será una realidad hasta que la maldad que hay en el mundo sea juzgada y removida. La primera vez Cristo vino a la tierra como un siervo sufriente; cuando regrese vendrá como Rey y juzgará en la tierra como vencedor.
3.3 El profeta aludido es Isaías (40.3), uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento y uno de los más mencionados en el Nuevo. Como Isaías, Juan fue un profeta que urgió a que la gente confesara sus pecados y viviera para Dios. Ambos profetas enseñaron que el mensaje del arrepentimiento es de buenas nuevas a aquellos que escuchan y buscan el perdón sanador del amor de Dios, pero es mensaje terrible a aquellos que rehúsan oír y cortan su única fuente de esperanza eterna.
3.3 Juan el Bautista preparó el camino de Jesús. A las personas que no conocen a Jesús hay que prepararlas para encontrarse con Él. Podemos prepararlos explicándoles que necesitan perdón, mostrando en nuestras vidas las enseñanzas de Jesús, y diciéndoles cómo Cristo puede dar sentido a sus vidas. Podemos rectificar la senda corrigiendo concepctos errados que pueden estar impidiéndoles acercarse a Cristo. Alguna persona que usted conoce puede estar abierta a establecer una relación con Cristo. ¿Qué puede hacer para prepararle la senda a esa persona?
3.4 Juan era bien distinto a los demás líderes de su época. Mientras muchos eran avaros, egoístas y dedicados mayormente a ganar la alabanza de la gente, Juan se preocupaba solo en alabar a Dios. Habiéndose apartado de la maldad e hipocresía de sus días, vivió en forma diferente para mostrar que su mensaje era nuevo. Juan no solo predicaba la Ley de Dios, sino que la vivía.
3.4-6 ¡Juan tiene que haber tenido un aspecto extraño! Mucha gente iba a oír a aquel predicador que vestía ropa excéntrica y se alimentaba con comida poco común. Algunos iban, probablemente, movidos por la curiosidad y terminaron arrepintiéndose de sus pecados al oír su mensaje poderoso. La gente puede hallar rara nuestra forma de vivir y valorar las cosas. Podemos aprovechar esa curiosidad para hablar de cómo Cristo transformó nuestra vida.

JESÚS EMPIEZA SU MINISTERIO
Jesús abandonó Nazaret, el pueblo donde se crió, para empezar su ministerio terrenal. Después que Juan el Bautista lo bautizara en el río Jordán y que Satanás lo tentara en el desierto, regresó a Galilea. Entre la tentación y su traslado a Capernaum (4.12, 13) ministró en Judea, Samaria y Galilea (véase Juan 1–4).
3.5 ¿Por qué Juan atraía tanta gente? Era el primer profeta verdadero en el lapso de unos 400 años. Enfrentó al rey Herodes y a los líderes religiosos, lo que no solo era peligroso sino fascinante para la gente común. Pero Juan también tenía palabras duras para con ellos: ellos también eran pecadores y necesitaban arrepentirse. Su mensaje era poderoso y real. La gente estaba esperando a un profeta como Elías (Malaquías 4.5) y ¡Juan parecía serlo!
3.6 Cuando usted se lava las manos, los resultados enseguida se notan. Pero el arrepentimiento tiene lugar en lo interior con una limpieza que no es vista en forma inmediata. De manera que Juan se valió de acto simbólico que la gente podía ver: el bautismo. El bautismo lo usaban los judíos para iniciar a los convertidos al judaísmo. De modo que la audiencia de Juan conocía bien el rito. El bautismo era señal de arrepentimiento y perdón. Arrepentirse es “cambiar de actitud”, e incluye un cambio de conducta. Es dar vuelta del pecado hacia Dios. ¿Usted se ha arrepentido del pecado en su vida? ¿Pueden ver otros la diferencia en usted? Una vida cambiada con una conducta nueva y diferente hace del arrepentimiento algo real y visible.
3.6 El río Jordán tiene unos 110 km de largo, en lo que sería la parte más importante, esto es, entre el Mar de Galilea y el Mar Muerto. Jerusalén se halla unos 30 km al oeste del río. Era el límite de Israel en la parte este y muchos acontecimientos significativos en la historia de la nación tuvieron lugar allí. En el río Jordán los israelitas renovaron su pacto con Dios (Josué 1, 2). En ese mismo lugar Juan el Bautista los invitó a hacer lo mismo, esta vez a través del bautismo.
3.7 Los líderes religiosos judíos estaban divididos en grupos diferentes. Dos de los más prominentes eran los fariseos y los saduceos. Los fariseos se separaban de todo lo que no fuera judío y seguían escrupulosamente tanto las leyes del Antiguo Testamento como las tradiciones orales que les había llegado a través de los siglos. Los saduceos creían que solo el Pentateuco era la Palabra de Dios (de Génesis a Deuteronomio). Mayormente eran descendientes de la nobleza sacerdotal, mientras que los fariseos venían de todos los niveles sociales. Ambos grupos se rechazaban mutuamente, pero en forma conjunta se opusieron a Jesús. Juan el Bautista criticó a los fariseos por ser legalistas e hipócritas que seguían al pie de la letra la Ley mientras pasaban por alto su verdadera intención. Criticó a los saduceos por usar la religión para favorecer su posición política. Para más información sobre estos dos grupos véase el cuadro de Marcos 2.
3.8 Juan el Bautista exhortaba a la gente a ir más allá de las palabras y los ritos: debían cambiar de conducta. Dios mira más allá de nuestras palabras y actividades religiosas para ver si nuestras palabras respaldan nuestras vidas y juzga nuestras palabras por las acciones que las acompañan. ¿Están de acuerdo sus palabras con sus acciones?
3.9,10 Así como se espera que un árbol frutal dé frutos, el pueblo de Dios debiera producir una cosecha de buenos actos. Dios no usa al que dice ser cristiano pero no hace nada para demostrarlo. Como mucha gente en los días de Juan que eran pueblo de Dios solo de nombre, no hay valor alguno en nosotros si simplemente somos cristianos de nombre. Si los demás no pueden ver nuestra fe en la forma en que vivimos, quizás no somos miembros del pueblo de Dios.
3.10 El mensaje de Dios no ha experimentado cambios desde el Antiguo Testamento: las personas serán juzgadas por sus vidas improductivas. Dios espera que seamos activos en nuestra obediencia. Juan compara a las personas que dicen creer en Dios y que no viven para Dios con “árboles improductivos” que serán talados. Para ser productivos para Dios, debemos obedecer sus enseñanzas, resistir la tentación, servir y ayudar activamente a nuestro prójimo y predicar de nuestra fe. ¿Cuán productivo es usted para Dios?
3.11 Juan bautizaba a las personas como señal de que habían pedido a Dios el perdón de sus pecados y se habían decidido a vivir como Él quería que lo hicieran. El bautismo es una señal exterior. Pero la señal incuestionable del arrepentimiento es la vida cambiada para bien. No es el agua del bautismo lo que cambia vidas, sino la actitud del corazón. Juan dijo que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo y fuego. Esto predecía el Pentecostés (Hechos 2), cuando Jesús enviaría al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego a dotar de poder a sus seguidores para que predicaran el evangelio. También simboliza la obra del Espíritu Santo trayendo juicio de Dios sobre aquellos que rehúsan arrepentirse. Todos serán bautizados un día: ahora por el Espíritu Santo o más tarde por el fuego del juicio.
3.12 El grano es la parte de la planta que es utilizable; la paja es la cáscara exterior sin valor. Por ser inútil, la paja se quema; el grano, en cambio, se guarda en el granero. Las personas que no se hayan arrepentido serán juzgadas y desechadas porque no tienen valor en la obra de Dios; los que se arrepientan y crean serán salvos y Dios los usará.
3.13–15 Juan estaba explicando que el bautismo de Jesús sería mucho más valioso que el suyo, ¡cuando sorpresivamente Jesús se presentó para ser bautizado! Juan no se sentía calificado. Mas bien quería que Jesús lo bautizara. ¿Por qué se bautizó Jesús? No tenía de qué arrepentirse porque no había pecado. Jesús se bautizó porque (1) estaba confesando personalmente el pecado de la nación, como Nehemías, Esdras, Moisés y Daniel lo hicieron; (2) apoyaba lo que Juan estaba haciendo; (3) estaba inaugurando su ministerio público; (4) se estaba identificando con la gente del pueblo, no con los fariseos criticones que no hacían más que vigilarlo; (5) estaba describiendo su ministerio venidero de muerte y resurrección. Jesús, el hombre perfecto, no tenía que bautizarse, pero aceptó el bautismo en servicio obediente al Padre, y Dios le manifestó aprobación.
3.15 Póngase en los zapatos de Juan. Su labor va bien, la gente está reaccionando positivamente, su ministerio está floreciente. Pero usted sabe que el propósito de su trabajo es preparar los corazones de la gente para la llegada de Jesús (Juan 1.35–37). Jesús llega, y su llegada pone a prueba su integridad. ¿Podrá dirigir a sus seguidores hacia Él? Juan pasó la prueba al bautizar públicamente a Jesús. Muy pronto iba e decir: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3.30). ¿Podemos, a semejanza de Juan, poner nuestro ego y labor fecunda a un lado a fin de encaminar a otros hacia Jesús? ¿Estamos dispuestos a perder nuestra posición para que los demás se beneficien?

3.16, 17 Según la doctrina de la Trinidad, Dios es tres personas aunque es uno en esencia. En este pasaje, las tres personas de la Trinidad están presentes y activas. Dios el Padre habló; Dios el Hijo se bautizó; Dios el Espíritu Santo descendió sobre Jesús. Dios es uno, pero a la vez es tres personas. Este es uno de los misterios incomprensibles de Dios. Otras referencias bíblicas que hablan del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo son Mateo 28.19; Juan 15.26; 1 Corintios 12.4–13; 2 Corintios 13.14; Efesios 2.18; 1 Tesalonicenses 1.2–5 y 1 Pedro 1.2.