Estudio de Mateo 25

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Capítulo 25
25.1ss Jesús narró las parábolas siguientes para clarificar aún más lo que significa estar listo para su regreso y cómo vivir hasta que Él venga. En la historia de las diez vírgenes (25.1–13), se nos enseña que cada persona tiene que ocuparse de su condición espiritual. La parábola de los talentos (25.14–30) nos enseña la necesidad de usar bien lo que Dios nos ha confiado. La enseñanza de las ovejas y cabritos (25.31–46) enfatiza la importancia de servir a los que están en necesidad. Ninguna parábola por sí misma describe completamente cómo debemos prepararnos. Pero cada una de ellas pinta una parte del cuadro.
25.1ss Esta parábola tiene que ver con un matrimonio. En la cultura judía, una pareja mantenía su noviazgo por largo tiempo antes de contraer nupcias y la promesa de compromiso era un pacto similar a los votos del matrimonio. En el día de las bodas el novio iba a la casa de la novia para la ceremonia; luego la pareja, formando parte de un gran desfile, regresaba a la casa del novio donde tenía lugar una fiesta que con frecuencia duraba toda una semana. Estas diez vírgenes estaban esperando para desfilar y aguardaban participar en el banquete de bodas. Pero cuando el novio se retrasó, cinco de ellas dejaron que sus lámparas se quedaran sin aceite. Mientras iban a buscar aceite, se les hizo tarde y no pudieron participar en la fiesta.

Cuando Jesús vuelva para llevar a su pueblo al cielo, debemos estar listos. La preparación espiritual no puede comprarse ni prestarse a último minuto. Nuestra relación con Dios debe ser propia.
25.15 El amo dividió el dinero entre sus siervos de acuerdo a sus capacidades: nadie recibió ni más ni menos dinero del que podía usar. En caso de que no cumpliera con la tarea asignada por su amo, no podría excusarse diciendo que estuvo abrumado. El fracaso solo podría atribuirse a flojera u odio al amo. El dinero, como se emplea aquí, representa cualquier clase de recurso que se nos confía. Dios nos da tiempo, capacidades, dones y otros recursos de acuerdo a nuestras habilidades y espera que los usemos con sabiduría hasta que regrese. Tenemos la obligación de usar bien lo que Dios nos ha dado. La cuestión no es cuánto tenemos, sino qué hacemos con lo que tenemos.
25.21 Jesús volverá, sabemos que es así. ¿Significa esto que debemos abandonar nuestras ocupaciones a fin de servir a Dios? No, quiere decir que debemos usar con diligencia nuestro tiempo, talentos y pertenencias a fin de servir a Dios en todo lo que hagamos. Para algunas personas, significa cambiar de profesión; para la mayoría de nosotros, significa cumplir con nuestro trabajo cotidiano como expresión de nuestro amor a Dios.
25.24-30 Este hombre pensaba solo en sí mismo. Quería evitar riesgos para protegerse de su difícil amo, pero este lo castigó por su egocentrismo. No debemos buscar excusas para no hacer lo que Dios nos llamó a hacer. Si Dios es nuestro Amo, debemos estar dispuestos a obedecerle. Nuestro tiempo, nuestras habilidades y nuestro dinero no nos pertenecen de veras. Somos mayordomos, no propietarios. Cuando descuidamos, despilfarramos o nos aprovechamos de lo que hemos recibido, nos convertimos en rebeldes y merecemos castigo.
25.29,30 Esta parábola describe las consecuencias de dos actitudes en cuanto al regreso de Cristo. El obrero que con diligencia se prepara para la venida del Señor invirtiendo su tiempo y sus talentos para servir a Dios será recompensado. El obrero que no pone el corazón en trabajar en las cosas del Reino va a ser castigado. Dios premia la fidelidad. Los que no tienen frutos para el Reino de Dios no pueden esperar recibir el mismo trato que los que son fieles.
25.31-46 Dios separará a los seguidores fieles de los que falsos y los incrédulos. La mejor evidencia de que somos creyentes es la forma en que actuamos. Tratar a todas las personas que encontremos como si fueran Jesús no es muy fácil. Lo que hacemos por otros demuestra lo que pensamos de lo que Jesús señaló que debíamos hacer: dar de comer al hambriento, albergar al desamparado, visitar a los enfermos. ¿Hay alguna diferencia entre sus acciones y las de los falsos y los incrédulos?
25.32 Jesús comparó a las ovejas y los cabritos con los creyentes y los que no lo son. Las ovejas y los cabritos pastan juntos con frecuencia, pero los separan cuando llega la hora de trasquilar las ovejas. Ezequiel 34.17–24 también se refiere a la separación de ovejas y cabritos.
25.34–40 Esta parábola habla de la misericordia que todos podemos brindar a diario. Son gestos que no requieren riqueza, habilidad ni inteligencia; son cosas que se hacen y se reciben de gracia. No tenemos excusa para desentendernos de los que tienen grandes necesidades. No podemos delegar esta responsabilidad a la iglesia ni al gobierno. Jesús demanda nuestra participación personal en atender las necesidades de los demás (Isaías 58.7).
25.40 Mucho se ha discutido en relación a la expresión “mis hermanos”. Algunos han dicho que se refiere a los judíos; otros dicen que se refiere a todos los cristianos; los restantes manifiestan que alude a los que sufren en cualquier lugar. Dicho debate tiene una semejanza con la pregunta que un abogado formuló a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?” (Lucas 10.29). Lo más sobresaliente en esta parábola no es el quién, sino el qué, el acto de servir cuando nos necesitan. La enseñanza de esta parábola es que debiéramos amar a todas las personas y servir a cuantos podamos. Ese tipo de amor glorifica a Dios porque refleja nuestro amor por Él.

25.46 El castigo eterno tiene lugar en el infierno, lugar donde todos los que no quieren arrepentirse (5.29) reciben su merecido después de la muerte. En la Biblia, tres palabras han sido traducidas “infierno”.

(1) Seol, que en el Antiguo Testamento quiere decir tumba, donde se depositan los cadáveres (véanse Job 24.19; Salmo 16.10; Isaías 38.10).

(2) Hades es una palabra griega que significa averno, reino de la muerte. Es la palabra con que se traduce Seol en el Nuevo Testamento (véanse Mateo 16.18; Apocalipsis 1.18, 20.13, 14).

(3) Gehenna viene de Valle de Hinom, lugar cerca de Jerusalén lugar en el que quemaban niños en sacrificio a los dioses paganos (véanse 2 Reyes 23.10; 2 Crónicas 28.3). Este es el lugar del fuego eterno (Mateo 5.22; 10.28; Marcos 9.43; Lucas 12.5; Santiago 3.6; Apocalipsis 19.20) preparado para el diablo, sus ángeles y todos los que no creen en Dios (25.46; Apocalipsis 20.9, 10). Es el estado final y eterno de los malos después de la resurrección y el juicio final.

Cuando Jesús advierte acerca de la incredulidad, procura salvarnos de un castigo agonizante.