Introducción al Evangelio de Mateo
En los
primeros siglos de nuestra era, Mateo se distinguía como el más leído e
influyente de los cuatro Evangelios. En la mayoría de las listas de los libros
del Nuevo Testamento Mateo aparece en primer lugar. De esto hay tres posibles
explicaciones: (1) fue el primer Evangelio escrito; (2) lo escribió un apóstol
y esto se creía firmemente en aquel entonces y (3) fue muy apreciado en la
iglesia debido a su forma literaria y didáctica.
Estructura Del Libro
Una de las razones de la inmensa popularidad de Mateo es la forma
ordenada, concisa y cuidadosa en que fue escrito. El evangelista procede según
un plan bien trazado a recopilar su materia según temas, aunque no siempre en
forma cronológica.
Reúne en cinco grandes discursos didácticos mucha materia que se
encuentra dispersa a través de los otros sinópticos (aunque véase el Sermón del
Llano en Lucas 6.17–49).
Los cinco discursos presentan diversas facetas del tema central del
Evangelio, que es el Reino de los cielos: (1) Mt 5–7, el → Sermón del Monte; (2) Mt 10, el discurso
misionero; (3) Mt 13, las parábolas del Reino; (4) Mt 18, el discurso sobre los
pequeños y sobre los disgustos entre hermanos; (5) Mt 24 y 25, el discurso
escatológico. Estos discursos forman la espina dorsal del Evangelio. Señala su
importancia la fórmula concluyente: “Y cuando terminó Jesús estas palabras” u
otra frase semejante (7.28; 11.1; 13.53; 19.1; 26.1). Aunque algunos eruditos
consideran como otro discurso la diatriba contra los escribas y fariseos (Mt
23), esta omite la fórmula concluyente y no trata de una enseñanza específica
sobre el reino como los otros discursos. Entre un discurso y otro, Mateo ha
intercalado muchas narraciones del ministerio de Jesús. Esta manera de
presentar el mensaje integral de Jesús demuestra la relación íntima que debe
haber entre los hechos de la vida de Jesús y la enseñanza del reino con su
ética correspondiente.
Otra manera de bosquejar el Evangelio es a partir de la frase “desde
entonces”, que se halla en 4.17 (al principio del ministerio de Jesús, cuando
va creciendo su popularidad) y en 16.21 (en la declinación de su ministerio que
culmina en su muerte).
Autor Y Fecha
Hasta hace relativamente pocos años era unánime la creencia de que → Mateo-Leví
había escrito el primer Evangelio, pero actualmente la mayoría de los eruditos
ponen en tela de juicio tal paternidad. El problema gira alrededor de dos
factores: (1) Mateo contiene casi todo el material contenido por el → Evangelio de Marcos, escritor no apostólico,
de lo cual es posible deducir que Mateo dependía de Marcos. Sería inconcebible
que un apóstol y testigo ocular del ministerio de Jesús se apoyara en uno que
no lo era (→ Evangelios). (2) No
se sabe a ciencia cierta cuál fue la lengua original del Evangelio: según
Papías (Eusebio, Hist. Eccl. III,39, 16), “Mateo ordenó los logia del
Señor en el dialecto de los hebreos [que significa arameo] y cada uno los
interpretaba [o traducía] como podía”. Se discute arduamente si logia
quiere decir “los dichos del Señor” (que significa, su enseñanza) o “los
escritos acerca del Señor” (quizás el Evangelio completo). Según algunos
eruditos, el texto actual de Mateo parece haberse escrito originalmente en
griego. De ser así, dicen, el apóstol Mateo no pudo haberlo escrito. Desde
luego, el apóstol era de Galilea, región bilingüe, por lo que es muy posible
que haya dominado ambos idiomas.
De todos modos, el testimonio de los Padres de la Iglesia en los
primeros siglos sostiene la tesis de la paternidad de Mateo, aunque todos los
Evangelios son anónimos y nada nos obliga a creer como artículo de fe la
atribución tradicional (→ Seudonimia).
Dos detalles nos inclinan a creer que Mateo tuvo algo que ver con la
composición: (1) en 10.3 se llama a Mateo “el → Publicano”,
cosa que Mateo mismo hubiera podido hacer, pero no otros (cp Mc 3.18 y Lc 6.15,
donde falta este epíteto); (2) en Mateo 9.10 se localiza la fiesta de Mateo
sencillamente “en la casa” como si fuera su propia casa, mientras los otros
sinópticos (Mc 2.15; Lc 5.29) usan “en su casa”, refiriéndose directamente a la
de Mateo (Leví).
La composición de Mateo tiene sus raíces en el mismo universalismo del
mensaje de Jesús, porque desde el principio fue necesario explicar a los judíos
que su fe, tradicionalmente limitada a Israel, iba a ser compartida con los
gentiles. Al comienzo los judíos no comprendieron las implicaciones de esto, y
aún después de iniciada la misión a los gentiles, pensaron que estos tendrían
que satisfacer todos los requisitos del judaísmo para entrar en el Reino. Así
que el problema de Mateo es el de explicar cómo el → Reino de los cielos, claramente profetizado en el Antiguo
Testamento, se da, no a los que rechazan al Mesías, sino a todos los que
reciben a Jesús como Señor y producen los frutos del Reino (21.43).
Además, puesto que Jesús se constituyó en Señor del cielo y de la tierra
(28.18), era preciso proclamar su señorío universal a todo el mundo (28.19).
Aunque la necesidad de escribir este Evangelio existía desde el tiempo de
Jesús, no fue sino hasta poco después de iniciada la misión a los gentiles y
aun hasta más tarde en el siglo I, al agudizarse la oposición judía hacia el
cristianismo, cuando se halló verdadera ocasión para su composición. Por eso se
han sugerido fechas que se extienden desde la quinta década hasta la novena; no
hay consenso al respecto.
Algunos aseguran que 22.7 se refiere a la destrucción de Jerusalén ya
acaecida, lo cual favorecería una fecha posterior a 70 d.C. Pero como no hay
referencia clara a esta destrucción se podría admitir una fecha de la sexta o
séptima década (en todo caso, después de la publicación de Marcos).
Marco Histórico
Es creencia casi universal que Mateo se escribió para los judíos. Esto
se basa en los siguientes hechos: (1) La genealogía de Mateo 1.1–17 comprende
únicamente la historia de Israel, desde su fundador Abraham, hasta Jesús (la
genealogía de Lucas 3.23–38 se remonta hasta Adán). (2) Las muchas citas del
Antiguo Testamento tienen por objeto mostrar que en Jesús se cumplen las
esperanzas mesiánicas; de especial interés son las once citas precedidas por la
frase “para que se cumpliese lo dicho por el profeta” (1.22s; 2.17s, 23;
4.14ss; 8.17; 12.17ss; 13.35; 21.4s; 26.56; 27.9s; cf. 26.54). (3) La Ley
Mosaica y otras ideas del judaísmo se contrastan con la palabra de Jesús, que
evidentemente es superior. (4) Algunos ven en los cinco grandes discursos del
Evangelio (cf. los cinco libros de Moisés) un indicio de que Mateo ve a Jesús
como el nuevo legislador, el nuevo Moisés que da sus leyes desde otro monte.
(5) También hay referencias a los judíos en sus relaciones con los gentiles
(8.11s; 21.33–45, especialmente el versículo 43). Estos detalles, y otros más,
parecen indicar que el autor escribía para judíos, o judeocristianos de habla
griega (sin excluir a los gentiles), y trataba de explicar cómo el reino
prometido a los judíos les fue quitado a estos y dado a los gentiles.
El objetivo básico del Evangelio ha sido muy discutido: algunos recalcan
su propósito catequístico; otros, su carácter litúrgico, y otros, su finalidad
apologética o misionera. La verdad seguramente se halla en una combinación de
varias de estas sugerencias. Sin embargo, el tema central y preponderante es
sin duda el Reino de los cielos.
Aporte a La Teología
La estructura literaria de Mateo encierra también una estructura
teológica, porque en los cinco discursos enseña lo fundamental acerca del “reino
de los cielos”: (1) en el Sermón del Monte, versículos 5–7, nos da las leyes
básicas del Reino; (2) el discurso misionero, versículo 10, presenta la
imperiosa necesidad de proclamar el mensaje del Reino a los demás; (3) las
parábolas del Reino, versículos 13, declaran el desarrollo del Reino y su
concepto total desde el punto de vista cronológico; (4) el discurso de Mateo 18
enseña las relaciones personales y la comunión que deben prevalecer dentro del
Reino; y (5) el discurso escatológico, versículos 24 y 25, destaca el desenlace
de todo el proceso del Reino en la → Segunda
Venida de Cristo.
Otros Puntos Importantes
Mateo es el único Evangelio que usa la palabra “iglesia” (16.18; 18.17),
y por eso se le llama el “Evangelio eclesial”. Sin embargo, la frase “pueblo de
Dios” describe mejor la iglesia en nuestros días, y este concepto se encuentra
repetidamente en los Evangelios.
Unicamente Mateo usa la frase → “Reino
de los cielos”, aunque también emplea cuatro veces el sinónimo “reino de
Dios”.
Se caracteriza por algunas tensiones y paralelismos interesantes: (a)
entre el señorío del Padre (11.25) y el de Jesús (28.18); (b) entre el cielo (o
Dios) y la tierra (o el hombre) (6.1–20; 7.11; 10.32s; 16.17, 19;
18.18s; 21.2ss); (c) entre la presencia física de Jesús (1.23) y su presencia
espiritual durante su ausencia física (18.20; 28.20); (d) entre el castigo de
los judíos por su rechazamiento del Mesías (8.11s; 21.43; 24.3–13, destrucción
de Jerusalén) y el castigo de los gentiles que no fueran fieles a la voluntad
de Jesús (25.31–46).
Bibliografía:
J. Schmid, San Mateo, Herder, Barcelona, 1967. BC V, pp.
5–610. SE, Nuevo Testamento I, pp. 3–315. J.A. Broadus, Mateo,
Hale, Monterrey, s.f. IB II, pp. 171–197.