Estudio de Mateo 19
Índice: Mateo 1 Mateo 2 Mateo 3 Mateo 4 Mateo 5 Mateo 6 Mateo 7 Mateo 8 Mateo 9 Mateo 10 Mateo 11 Mateo 12 Mateo 13 Mateo 14 Mateo 15 Mateo 16 Mateo 17 Mateo 18 Mateo 19 Mateo 20 Mateo 21 Mateo 22 Mateo 23 Mateo 24 Mateo 25 Mateo 26 Mateo 27 Mateo 28
Con la ley de Moisés, un hombre ya no podría echar fuera a una mujer con facilidad, sino que debía escribir una carta formal de separación. Fue un paso radical hacia los derechos civiles, pues hacía que los hombres pensaran dos veces antes de divorciarse. Dios diseñó el matrimonio para que fuera indisoluble. En lugar de estar buscando excusas para dejar al otro, las parejas debieran concentrarse en hallar una forma de permanecer juntos (19.3–9).
Capítulo 19
19.3–12 Juan fue a la cárcel y murió por expresar en público sus opiniones
sobre el matrimonio y el divorcio, y los fariseos esperaban atrapar también a
Jesús. Trataron de hacerle caer en la trampa de adoptar una postura en una
controversia teológica. Dos grupos principales tenían puntos de vista opuestos
sobre el divorcio. Un grupo defendía el divorcio casi por cualquier razón. El
otro creía que el divorcio podía permitirse sólo en caso de infidelidad
conyugal. El conflicto giraba alrededor de la interpretación de Deuteronomio 24.1–4. Pero en
su respuesta, Jesús se refirió más al matrimonio que al divorcio. Subrayó que
la intención de Dios siempre había sido que el matrimonio fuera permanente y
para manifestar su importancia dio cuatro razones (19.4–6).
19.7, 8 Esta ley se halla en Deuteronomio
24.1–4. En los tiempos de Moisés, así como en el de Jesús, la práctica del
matrimonio se alejó mucho de la intención de Dios. Lo mismo sucede hoy. Jesús
dijo que Moisés dio esta ley sólo porque el corazón de la gente estaba
endurecido (naturaleza pecaminosa). El matrimonio permanente era la intención
de Dios, pero como la naturaleza humana hizo inevitable el divorcio, Moisés
instituyó algunas leyes para ayudar a las víctimas. Eran leyes civiles
designadas especialmente para proteger a las mujeres que, en esa cultura, se
convertían en vulnerables al vivir solas.
Con la ley de Moisés, un hombre ya no podría echar fuera a una mujer con facilidad, sino que debía escribir una carta formal de separación. Fue un paso radical hacia los derechos civiles, pues hacía que los hombres pensaran dos veces antes de divorciarse. Dios diseñó el matrimonio para que fuera indisoluble. En lugar de estar buscando excusas para dejar al otro, las parejas debieran concentrarse en hallar una forma de permanecer juntos (19.3–9).
19.10–12 A pesar de que el divorcio fue relativamente fácil en los tiempos del
Antiguo Testamento (19.7), no es lo que originalmente Dios quiso. Las parejas deben oponerse al
divorcio desde el principio y construir su matrimonio sobre la base de un pacto
mutuo. Existen también muchas buenas razones para no casarse, una de ellas es
disponer de más tiempo para trabajar en favor del Reino de Dios. No dé por
sentado que Dios quiere que todos se casen. Para muchos puede ser mejor que no.
Busque en oración la voluntad de Dios antes de lanzarse a un compromiso
matrimonial de por vida.
19.12 Un “eunuco” es un hombre castrado, un hombre sin testículos.
19.12 Algunos tienen ciertas limitaciones físicas que les impiden casarse,
mientras que otros no se casan porque en su caso particular pueden servir mejor
a Dios como solteros. Jesús no nos estaba enseñando a evitar el matrimonio
porque no fuera bueno ni porque limita nuestra libertad. Eso sería egoísmo. Un
buen motivo de permanecer solo es desear usar el tiempo y la libertad para
servir a Dios. Pablo habla de esto en 1
Corintios 7.
19.13–15 Los discípulos debieron haber olvidado lo que Jesús dijo acerca de los
niños (18.4–6). Jesús quería que los niños se le acercaran porque los ama y porque
tienen la actitud que uno necesita para acercarse a Dios. Jesús no quiso decir
que el cielo es sólo para los niños, sino que la gente requiere actitudes
semejantes a las de un niño para confiar en Dios. La receptividad de los niños
era un contraste notable con la obstinación de los líderes religiosos que
permitieron interponer su sofisticación y educación religiosa en la vía de la
fe simple, necesaria para creer en Jesús.
19.16 Este hombre quería tener la seguridad de que poseía vida eterna. Jesús
le mostró que no podía salvarse por medio de las buenas obras que no están
basadas en el amor a Dios. Este hombre necesitaba un nuevo punto de partida. En
vez de buscar un nuevo mandamiento que cumplir o una buena obra que realizar,
este joven necesitaba someterse humildemente al señorío de Cristo.
19.17 En respuesta a la pregunta del joven de cómo tener vida eterna, Jesús
le dijo que debía guardar los Diez Mandamientos. Luego Jesús hizo referencia a
seis de ellos, todos relacionados con el trato con otros. Cuando el joven
replicó que los había guardado, Jesús le dijo que le faltaba algo más: vender
todo y dar el dinero a los pobres. Esto inmediatamente puso de relieve la
debilidad del hombre. En realidad, su riqueza era su dios, su ídolo, y no lo
iba a rechazar. Estaba violando el primero y gran mandamiento (Éxodo 20.3; Mateo 22.36–40).
19.21 Cuando Jesús le dijo al joven rico “que sería perfecto” si daba todo lo
que tenía a los pobres, no hablaba en el sentido humano, temporal. Hablaba de
cómo alcanzar justificación, integridad total, ante los ojos de Dios.
19.21 ¿Deben los creyentes vender todo lo que poseen? No. Tenemos la
responsabilidad de mantener a nuestros familiares y a nosotros mismos, de
manera que no seamos carga para otros. Debemos, sin embargo, estar dispuestos a
dejar lo que Dios nos pida. Esta clase de actitud nos permite evitar que lo
material se interponga entre Dios y nosotros, y nos libra de usar en forma
egoísta lo que Dios nos da.
19.24 Al rico le es tan difícil entrar en el cielo como a un camello
atravesar el ojo de una aguja. Sin embargo, explicó Jesús, “para Dios todo es
posible” (19.26). Aun los ricos pueden entrar en el Reino si Dios los hace entrar. Fe
en Él, no en el yo o en los ricos, es lo que vale. ¿En qué está confiando usted
en cuanto a salvación?
19.25,26 Los discípulos quedaron confundidos. Si alguien podía salvarse,
pensaban, era un rico, pues para los judíos los ricos eran los más bendecidos
por Dios.
19.27 En la Biblia, Dios otorga premios a su pueblo de acuerdo a su justicia.
En el Antiguo Testamento, la obediencia muchas veces traía aparejada
recompensas en esta vida (Deuteronomio
28), pero la obediencia y la recompensa no siempre están ligadas. Si lo
estuvieran, la gente buena siempre sería rica y el sufrimiento sería siempre
señal de pecado. Como creyentes, nuestra recompensa real es la presencia de
Dios y el poder por medio del Espíritu Santo. Luego, en la eternidad, seremos
premiados por nuestra fe y servicio. Si hubiera premios materiales en esta vida
por cada obra fiel, estaríamos tentados a jactarnos de nuestros logros y
mancharíamos nuestras motivaciones.
19.29 Jesús aseguró a los discípulos que cualquiera que dejara algo valioso
por Él será recompensado muchas veces más en esta vida, aunque no
necesariamente en la misma forma. Por ejemplo, una persona puede perder a su
familia al aceptar a Cristo, pero gana una familia más numerosa: los creyentes.
19.30 Jesús invirtió el orden de los valores mundanos. Piense en las personas
más poderosas y conocidas en nuestro mundo. ¿Cuántas de ellas lograron su
posición por ser dóciles, bondadosos, intachables? ¡No muchos! Pero en la vida
venidera, el último será primero, si está en el último lugar por haber escogido
seguir a Cristo. No pierda premios eternos por beneficios temporales.
Predispóngase a hacer sacrificios ahora para obtener recompensas mayores más
tarde. Esté dispuesto a aceptar la censura del hombre por obtener la aprobación
de Dios.