Estudio de Mateo 27
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Capítulo 27
27.1,2 Los líderes religiosos tenían que persuadir a los gobernantes romanos a
que sentenciaran a Jesús a muerte porque ellos no tenían la autoridad para
hacerlo. Los romanos habían quitado a los líderes religiosos la autoridad para
aplicar la pena capital. Políticamente, esto les parecía mejor a los líderes
religiosos a pesar de todo, más aún tratándose de responsabilizarse de la
muerte de Jesús. Querían que la responsabilidad recayera sobre los romanos de manera
que la gente no les echara la culpa a ellos. Habían arrestado a Jesús basándose
en el terreno teológico: blasfemia; pero tomando en cuenta que este cargo no
tendría validez en el tribunal romano, tenían que buscar una razón política
para dar muerte a Jesús. Su estrategia tendría que consistir en presentar a
Jesús como rebelde, aquel que pretendía ser Dios y más importante que el César.
27.2 Pilato era el gobernante romano para la región de Samaria y Judea a
partir del 26–36 d.C. Jerusalén estaba localizada en Judea. Pilato halló sumo
placer al demostrar a los judíos su autoridad al hacer cosas como tomar el
dinero del templo para construir un acueducto. No era popular pero los líderes
religiosos no tenían otro camino para quitarse a Jesús de encima, tenían que ir
necesariamente a Pilato. Qué ironía, cuando Jesús, un judío, vino ante Pilato
para ser enjuiciado, este lo halló inocente. No pudo hallar ni una falta en
Jesús, tampoco pudo inventarla.
27.3, 4 El acusador formal de Jesús (véase la nota en 26.48) quiso retirar los cargos, pero los líderes religiosos no quisieron
detener el juicio. Cuando traicionó a Jesús, Judas quizá estaba tratando de
forzarlo a encabezar una revuelta contra Roma. Esto, por supuesto no resultó.
Cualquiera que haya sido la razón, Judas cambió de opinión, pero muy tarde. Los
planes que ponemos en acción muchas veces no podemos detenerlos. Es mejor
pensar primero en las consecuencias potenciales que después tener que
lamentarse.
27.4 La tarea de los sacerdotes era enseñar acerca de Dios y servir de
intercesores, ayudando con los sacrificios que se ofrecían para cubrir los
pecados. Judas se enfrentó a los sacerdotes y exclamó que había pecado. En
lugar de ayudarlo a que hallara perdón, los sacerdotes le dijeron: “Eso es problema
tuyo”. No sólo habían rechazado al Mesías, sino que también habían rechazado su
función como sacerdotes.
27.5 En este pasaje dice que Judas “fue y se ahorcó”. Hechos 1.18, sin embargo, dice que “cayendo
de cabeza, se reventó por la mitad y todas sus entrañas se derramaron”. La
mejor explicación es que la rama del árbol de la que colgaba se rompió y como
resultado cayó y se reventó.
27.6 A los principales sacerdotes no les daba nada el haber dado dinero a
Judas para que traicionara a un inocente, pero cuando Judas devolvió el dinero
no quisieron aceptarlo porque estaba prohibido recibir dinero de manos de un
homicida. Su odio por Jesús les había hecho perder todo sentido de justicia.
27.9, 10 Esta profecía se halla en Zacarías
11.12, 13, pero pudo también haberse tomado de Jeremías 17.2, 3; 18.1–4; 19.1–11 ó 32.6–15. Jeremías se consideró, en los tiempos del Antiguo Testamento, un
compilador de algunas de las profecías escritas, tal vez por eso su nombre se
cita más que el de Zacarías.
27.12 Delante de Pilato, los líderes religiosos acusaron a Jesús de delitos
diferentes. Lo habían arrestado por blasfemia (afirmar ser Dios), pero para los
romanos esa acusación no hubiera significado nada. Los líderes religiosos
tuvieron que acusarlo de delitos que afectaran a los romanos, como instar a la
gente a no pagar los impuestos, proclamarse rey y dar lugar a motines. Eran
acusaciones falsas, pero aquellos religiosos se habían propuesto que mataran a
Jesús, y para lograrlo quebrantaron varios mandamientos.
27.14 El silencio de Jesús cumplía una profecía (Isaías 53.7). Pilato estaba
sorprendido de que Jesús no tratara de defenderse. Se daba cuenta de que
obviamente había una conjura contra Jesús y quiso soltarlo, pero estaba bajo
presión de Roma en cuanto a mantener la paz en su territorio. Lo menos que le
hacía falta era una rebelión originada por aquel hombre callado y aparentemente
insignificante.
27.15, 16 Barrabás había tomado parte en una rebelión contra el gobierno romano (Marcos 15.7). Era enemigo de Roma,
pero para los judíos era como un héroe. Es interesante que Barrabás sí había
cometido el delito por el que acusaban a Jesús. Barrabás quiere decir “hijo del
padre”, lo que era Jesús en relación con Dios.
27.19 Aunque tenía el deber de hacer justicia, Pilato demostró estar más
interesado en la política que en la justicia. Tuvo varias oportunidades de
tomar la decisión correcta. La conciencia le decía que Jesús era inocente; la
ley romana decía que un inocente no debía morir; y su esposa había tenido un
sueño perturbador. Pilato no tenía excusa para condenar a Jesús, pero temía a
la turba.
27.21 Las multitudes son volubles. Si aclamaron a Jesús el domingo fue porque
pensaban que iba a establecer su Reino y sin pestañear lo despreciaron el
viernes cuando su poder pareció desmoronarse. Frente al levantamiento de las masas
contra Jesús, sus amigos temieron darse a conocer.
27.21 La gente prefirió a Barrabás, un homicida y revolucionario, antes que a
Jesús, el Hijo de Dios. La gente de hoy día sigue escogiendo a Barrabás.
Prefieren la fuerza tangible del poder humano antes que la salvación que ofrece
el Hijo de Dios.
27.24 Al comienzo Pilato dudó en dar permiso a los líderes religiosos para
que crucificaran a Jesús. Comprendió que estaban celosos de un maestro que era
más popular que ellos. Pero cuando los judíos amenazaron con informar al César
de su actitud (Juan 19.12), se atemorizó. Los anales indican que los judíos ya habían amenazado
con presentar una queja contra Pilato por su terco desprecio de sus
tradiciones, y dicha queja podría originar que Roma lo despidiera. Su puesto
estaba en peligro. Los gobernantes romanos no estaban en condiciones de
desplegar un gran número de tropas en todas las regiones que estaban bajo su
dominio, de modo que una de las tareas principales de Pilato era hacer lo
necesario por mantener la paz.
27.24 Al no tomar una decisión, Pilato estaba tomando la decisión de dejar
que la turba crucificara a Jesús. A pesar de haberse lavado las manos, es
culpable. El que nos lavemos las manos en una situación difícil no nos libra de
culpa, aunque ofrezca una falsa sensación de paz. No busque excusas. Acepte la
responsabilidad de las decisiones que tome.
27.27 Una compañía romana la componían unos doscientos hombres.
27.29 La gente todavía se burla de los cristianos por su
fe. Pero los cristianos deben animarse porque Cristo mismo fue objeto de mofa y
aún en mayor grado que cualquiera. La mofa puede herir nuestros sentimientos,
pero debemos evitar que afecte nuestra fe (véase 5.11, 12).
27.32 Los
condenados tenían que llevar sus propias cruces al sitio de la ejecución.
Jesús, debilitado por los golpes que había recibido, se hallaba físicamente
imposibilitado de dar un paso más con su cruz. Por eso obligaron a Simón a que
lo hiciera. Simón era de Cirene, al norte de África, y tal vez era uno de los
tantos judíos que visitaban Jerusalén durante las Pascuas.
27.33 El Gólgota era un lugar de ejecución en un sitio público prominente en
las afueras de la ciudad. Las ejecuciones efectuadas allí tenían como finalidad
disuadir a los criminales en potencia.
27.34 A Jesús se le ofreció vinagre mezclado con hiel para amortiguar su
dolor. Pero lo rechazó. Se entendía que la hiel actuaba como narcótico y se
usaba para calmar el dolor de los moribundos. Jesús habría de sufrir totalmente
consciente y con mente lúcida.
27.35 La costumbre era que los soldados tomaran las vestimentas de los que
eran crucificados. Estos soldados echaron suerte y se repartieron las
vestimentas de Jesús, cumpliendo así la profecía de David. Mucho del Salmo 22 es un paralelo de la
crucifixión.
27.44 Más tarde uno de los ladrones se arrepintió. Jesús le prometió que se
le uniría en el paraíso (Lucas
23.39–43).
27.45 No sabemos cómo tuvo lugar esta oscuridad, pero es claro que provino de
Dios. La naturaleza testificaba de la gravedad de la muerte de Jesús, mientras
los amigos y los enemigos de Jesús por igual permanecían en silencio en la
oscuridad. Las tinieblas ese viernes por la tarde fueron físicas y
espirituales.
27.46 Jesús no estaba cuestionando a Dios; estaba recitando la primera línea
del Salmo 22, que expresaba la profunda
angustia que sintió cuando tomó sobre sí los pecados del mundo y el Padre lo
tuvo que abandonar. Esto fue lo que temió Jesús cuando oró a Dios en el jardín
diciendo que se apartara de Él esa copa (26.39). La agonía física fue horrible pero fue mucho más el período de
separación espiritual de Dios. Jesús sufrió esta muerte doble de modo que
nosotros nunca tuviéramos que experimentar la separación eterna de Dios.
27.47 Los espectadores no entendieron las palabras de Jesús y pensaron que
llamaba a Elías. Como Elías ascendió al cielo sin morir (2 Reyes 2.11), pensaban que regresaría
para rescatarlos de gran tribulación (Malaquías
4.5). En su cena anual de Pascua, cada familia dejaba un lugar extra para
Elías en señal de que esperaban su regreso.
27.51 El templo tenía tres lugares principales: los atrios, el Lugar Santo
(donde sólo los sacerdotes podían entrar) y el Lugar Santísimo (donde sólo el
sumo sacerdote podía entrar, y una sola vez al año, para expiar los pecados de
la nación; Levítico 16.1–35). La
cortina que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo se rompió en dos en el
momento en que Cristo murió, simbolizando que la barrera entre Dios y el hombre
había sido quitada. Ahora todos tenemos la libertad de acercarnos a Dios,
gracias al sacrificio de Cristo por nuestros pecados en la cruz (véanse Hebreos 9.1–14; 10.19–22).
27.52,53 La muerte de Cristo estuvo acompañada de por lo menos cuatro
acontecimientos milagrosos: la oscuridad, la división de la cortina en el
templo, el terremoto y la resurrección de varias personas. La muerte de Jesús
no pasó desapercibida. Todos notaron que algo significativo estaba teniendo
lugar.
27.57, 58 José de Arimatea era un seguidor secreto de Jesús. Era dirigente
religioso, miembro distinguido del Sanedrín (Marcos 15.43). En el pasado, José había
temido hablar contra los líderes religiosos que se oponían a Jesús; ahora con
valentía e intrepidez pedía tomar de la cruz el cuerpo de Jesús para darle
sepultura. Los discípulos que lo habían seguido públicamente habían huido, pero
este líder judío, que siguiera a Jesús en secreto, pasó al frente e hizo lo que
era correcto.
27.60 La tumba en que pusieron a Jesús probablemente fue una cueva labrada en
una de las muchas colinas del área. En estas cuevas por lo general se podía
caminar.
27.64 Los líderes religiosos tomaron la resurrección de Jesús con mayor
seriedad que los discípulos. Los discípulos no recordaban las enseñanzas de
Jesús acerca de su resurrección (20.17–19), pero los líderes religiosos sí. Por eso casi temían más a Jesús
después de muerto que cuando vivía, y tomaron todas las precauciones para que
su cuerpo permaneciera en la tumba.